El Museo Imaginado

Museo Virtual y Base de Datos de la Pintura Española fuera de España

 

Inicio

 Proyecto

Textos

Base de datos

Sede virtual

Enlaces

Créditos

LA NOCHE QUE SE QUEMARON 500 PINTURAS

La pintura en el Alcázar: lo que había, le que se perdió, lo que se recuperó.

 

La colección de pintura del Alcázar puede ser minuciosamente conocida a través de los documentos conservados y los diferentes inventarios que se realizaron (en 1600, 1636, 1666, 1686, 1700), que cotejados con el que apresuradamente realizara el marqués de Villena tras el incendio (1734) y el más minucioso que se llevó a cabo tras la muerte de Felipe V (1746), nos permite tener una idea bastante exacta del contenido de la colección, de lo perdido y de lo recuperado.

Sólo en pintura, originales y copias de primeros maestros, su número se aproximó a las dos mil obras, de las que casi un tercio, más de quinientas, desaparecieron bajo las llamas. Pero una cantidad muy importante había sido puesta a salvo o pudo ser rescatada: exactamente 1038 cuadros, según un estudio de Alfonso E. Pérez Sánchez.

Provisionalmente, la obra salvada fue custodiada en edificios próximos, como el Convento de San Gil, la Armería Real, la Casa del Arzobispo de Toledo o la del marqués de Bedmar. Buena parte de ella había pasado previamente o pasó más tarde al Buen Retiro y hoy constituye uno de los núcleos fundamentales de la colección de pintura del Museo de El Prado.

Quizá el más célebre de todos los cuadros quemados fue la Expulsión de los moriscos, de Velázquez, obra fundamental en su biografía, conocido a través de las noticias que de él nos dieron Palomino y Pacheco, pues le permitió ganar un concurso (1627) al que concurrieron también tres pintores del Rey, Carducho, Caxés y Nardi, proporcionando al sevillano el cargo de ujier de cámara, y méritos para obtener licencia y ducados, dos años de salario, para su primer viaje a Italia. También de Velázquez y del Salón de los Espejos desaparecieron tres de los cuatro temas mitológicos que ocupaban el espacio entre las ventanas: Apolo, Adonis y Venus, y Psique y Cupido, siendo recuperado del conjunto solamente el de Mercurio y Argos, hoy en El Prado. También de Velázquez se perdió un retrato ecuestre del Rey.

No menos sentida debe ser la pérdida del Retrato ecuestre de Felipe IV, de Rubens, que tenía una distinguida ubicación en el Salón de los Espejos, frente al Emperador Carlos V a caballo en Mühlberg, de Tiziano, una de las “joyas” actuales del Prado, recientemente restaurado, pero “desparejado” para siempre. Por fortuna, se conserva una copia en los Uffizi, atribuida a Juan Bautista del Mazo. De Rubens fueron numerosas las obras perdidas, entre ellas algunas más de las que estuvieron en el Salón de los Espejos, como El rapto de las Sabinas o La batalla de los romanos, y las veinte obras que ornamentaban la Pieza Ochavada, de cuya atmósfera podemos tener una idea certera gracias a Carreño de Miranda y a que se salvaron de las llamas sus retratos de Carlos II y La reina doña mariana de Austria, hoy en El Prado.

De Tiziano se perdió la serie de Los Doce Césares, que estuviera en el Salón Grande y dos de las Furias, del Salón de los Espejos, rescatándose otras dos, Sísifo y Ticio, hoy en El Prado. De Tintoretto se perdieron, entre otras, Píramo y Tisbe, Venus y Adonis, que también aparecen inventariadas en el Salón de los Espejos, como, de Veronés, Moisés en el Nilo y Jacob. De Ribera, también se perdió mucha de la obra que realizó en Italia adquirida por Felipe IV, como Jael y Sisara, Sansón y Dalila, Venus y Adonis, o Apolo y Marsias, salvándose afortunadamente algunas de sus obras más representativas recuperadas en el Museo del Prado, como El martirio de San Felipe, San Sebastián, La Magdalena penitente, La visión de San Francisco de Asís o Combate de mujeres. Un caso curioso es el de su Triunfo de Baco, que estuvo situado en el Alcázar “en la pieza donde su majestad cenaba” y acabó mutilado en el siniestro, conservándose en El Prado dos fragmentos, y un tercero, Cabeza de Sileno, fue a parar a Colombia. Milagrosamente, y en Lourdes, se conserva una copia antigua del cuadro completo.

Del Cuarto del Príncipe, estancia representada por Velázquez en Las Meninas, que afortunadamente si se salvó del incendio, como Los Borrachos, La Coronación de la Virgen, y los Paisajes de Villa Médicis,  se salvaron algunas de las copias de Rubens realizadas por Mazo, pereciendo otras.

Nada volvió a saberse, en fin, de numerosas obras citadas en los inventarios de otros grandes artistas como Durero, El Bosco, Brueghel, Sánchez Coello,Van Dyck, El Greco, Aníbal Carracci, Leonardo da Vinci, Guido Bolonés, Rafael de Urbino, Bassano el Viejo y El Mozo, o Correggio, artistas que, en parte, están presentes en el Prado gracias lo que pudo salvarse del incendio.

De lo cual deducimos cuan decisiva que fue aquella noche del 24 de diciembre de 1734, en las que las llamas y la acción de quienes lucharon contra ellas, sentenciaron el destino de centenares de obras maestras de la pintura universal.

Federico García Serrano


El Alcázar albergó buena parte de las colecciones artísticas reales, que estuvieron repartidas en diferentes sedes: El Escorial, El Pardo, El Buen Retiro... Pero en el momento de su incendio, el Alcázar contenía posiblemente la más importante de todas, por el número y por la calidad de la obra reunida.


 

Inicio

 Proyecto

Textos

Base de datos

Sede virtual

Enlaces

Créditos

 

Contacto